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Chilenas y haitianas, de la mano

Las visiones de Andrea y Berline se complementan y nos revelan un contexto complejo, desafiante, pero lleno de esperanzas y oportunidades, para que tanto chilenas como haitianas progresen y caminen...

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por Ana Paula, fotos: Claudio Guerra

Son las seis de la tarde de un sábado y hay mucho movimiento en la Parroquia Santa Cruz, en Estación Central. Personas asisten a la misa, jóvenes realizan actividades en el patio central; un caballero entra con cara de preocupado, porque necesita hablar con alguien sobre el trayecto de la procesión de Semana Santa. “Puede hablar conmigo, yo soy la secretaria”, se escucha una voz suave y a la vez decidida, con acento marcado. Desde la oficina, sale Berline Coimin, haitiana residente en Chile desde 2013, para atender al señor. Luego de ayudar a resolver la situación, Berline regresa a la oficina, no sin antes saludar a varias personas en la parroquia.

Berline llegó a Chile para trabajar, como muchos de sus compatriotas, buscando un mejor futuro. Sin embargo, en sus primeros años pasó por muchos disgustos. “No entendía por qué nos recibían así, la percepción que tenían de nosotros, las preguntas ignorantes que nos hacían. Así que dejé el trabajo”.
Un día Berline fue a la misa en la Parroquia Santa Cruz, donde el jesuíta Juan Diego Galaz hace misas en creole todos los domingos. “El me saludó, me preguntó muchas cosas, me hizo sentir bienvenida. Entonces le dije que iba a ser parte de la pastoral”. Fue presentada a la coordinadora, quien la acogió, la llevó a su casa y la hizo parte de su familia. “Ahora, ella es mi familia”.

Al frecuentar la misa, Berline conoció a haitianos que tomaban un curso de español que se ofrecía en el colegio San Alberto, justo al lado de la parroquia. No dudó en inscribirse. Pero lo mejor aún estaba por llegar. “Un día me preguntaron si quería seguir con mis estudios y les dije que era mi sueño”. Quien la incentivó fue Andrea Espinoza, de la Universidad Alberto Hurtado, quien coordina el Curso de Español para Haitianos. Desde entonces, Berline y Andrea han forjado una relación de amistad, apoyo y cariño mutuo.

Chilenas y haitianas, de la mano 1

“Con Andrea tengo la confianza para conversar de los estudios, de cómo hacer una carrera. Ella me tranquiliza cuando no entiendo lo que dicen en las clases. Me hizo estudiar este año, yo tenía miedo porque no sabía cómo iba a pagar, pero ella me apoyó con la postulación a una beca y ahora voy en mi segundo año”, afirma Berline, quien estudia Trabajo Social en la Universidad.

Andrea se vinculó a la comunidad haitiana por medio de Juan Diego. “Los días jueves la comunidad se juntaba a preparar la misa y una vez él me invitó, y empezó a surgir desde ellos la necesidad de aprender español, porque los haitianos que recién llegaban a Chile, al no entender el idioma, firmaban contratos abusivos, de trabajo o de arriendo”. El curso empezó en 2015 de manera más bien rudimentaria, con voluntarios, hasta que en 2016 decidieron incluirlo en el currículo de la Universidad. “Así, los estudiantes que van a hacer clases, lo toman como un curso optativo y obtienen créditos en su carrera”, cuenta Andrea. Para cada grupo de 15 inmigrantes, hay 2 profesores, y con esto han logrado importantes avances en el aprendizaje.

Andrea evalúa positivamente estos 2 años de trabajo educativo. “Nosotros hemos tenido buena acogida con la comunidad y también los estudiantes que concluyen su participación lo evalúan muy positivamente, recomiendan al 100%. Hay muchos estudiantes de Pedagogía que al finalizar las clases, afirman que encontraron el sentido a su carrera, son relatos muy significativos”.

Y en relación a los alumnos, cuenta que son muy responsables. “Eso también nos enseña mucho a los chilenos porque el curso se hace los sábados de 18 a 20 horas, y a pesar del frío que hacía en el primer semestre del curso, nunca faltaban”. Andrea dice que lo más positivo que ha aprendido es la noción de comunidad que tienen ellos, más allá de los vínculos sanguíneos. “Si hay alguien enfermo, todos se movilizan para ir a verlo, si hay alguien desempleado, todos ponen una cuota aunque sea mínima. Pareciera que en Chile ya estamos muy individualizados. A mí me conocen las mujeres que ya son madres, me dicen ‘hola Andrea’ y me pasan su bebé, y yo puedo estar con el bebé mucho rato y él no llora. Esto es parte de su cultura. En Haití, tú puedes pasar tu bebé a tu vecino y tienes la confianza de que te lo va a cuidar y lo va a hacer bien. Entonces yo pienso que la noción de comunidad es muy genuina, que es distinta a la nuestra que pareciera ser solo la familia, y quizás los amigos; yo no veo que una mamá le entregue su hijo a otra persona con esa confianza”.
Andrea nos cuenta que el año pasado, había una mujer que tomó el curso y cuyo hijo tenía meses. “Su bebé es emblemático de nuestro proyecto porque así empezamos nosotros también, muy chicos; ahora él ya va en un jardín y habla palabra chilenas y haitianas, entonces cuando lo miramos, nos vemos representados”.

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Aun así, la inquietud de Andrea es que al curso llegan pocas mujeres, lo que le hace afirmar que el caso de Berline es atípico. “De los 150 estudiantes que recibimos cada semestre, hay poquísimas mujeres. Este año están llegando más y más jóvenes, pero generalmente son analfabetas en creole, entonces a mí también me preocupa que no vayan a clases porque se sigue naturalizando la discriminación o pareciera ser que son invisibles”. Por ello, afirma que la prioridad ahora es llegar a más mujeres haitianas. “Lo que queremos hacer es que a través del programa de niños empiecen a llegar las mamás. En general las mujeres que son madres van a las reuniones de apoderados pero no entienden, y los colegios están muy atrasados en eso; en los consultorios tampoco cuentan con traductor en creole. Entonces lo que tratamos de incentivar es que si ellas aprenden español, van a poder criar mejor a sus hijos, porque en general ellas son muy responsables en el cuidado a los niños. Ellas son muy preocupadas por la institución escolar”.

Esa es también la motivación de Berline. “Quiero ser un ejemplo para otras mujeres que quieren estudiar. Yo soy mayor que la mayoría de mis compañeras de curso y eso no me acompleja, para nada. Puedo ayudar a muchas compatriotas en su proceso de integración a la sociedad chilena”.
Le gustaría también inspirar a las chilenas a que se atrevieran más. “Nosotras vinimos de lejos, dejamos atrás a nuestra familia, cosas importantes, a las personas que éramos. Llegamos a este país y fue como un nacimiento. Podemos aguantar, no nos quedamos pegadas a la cultura y a todo lo que dejamos. Nos adaptamos a lo que tenemos, vivimos el presente”.

Las visiones de Andrea y Berline se complementan y nos revelan un contexto complejo, desafiante, pero lleno de esperanzas y oportunidades, para que tanto chilenas como haitianas progresen y caminen. De la mano.

Lee esta nota y más en la revista digital Zancada 2017, dedicada a distintas formas de hermandad entre mujeres.

4 Comments

  1. que bonito post, me alegraron la mañana.
    Instancias como estas son las que cambian el mundo y nos llevan a una sociedad mejor y más integradora.

  2. Asi se hace grande a Chile!!
    El ejemplo de entrega y bondad de Andrea nos hace felices y nos incentiva a ayudar al projimo , que a veces no lo queremos ver
    Gracias Andrea y esperanza en nuestra juventud

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