El inolvidable concierto de Bruce Springsteen, por primera vez en Chile

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por Javiera y Paty Leiva

Uno como público agradece cuando un artista se entrega. Cuando desde las galerías, cuando desde abajo del escenario se nota que el que está allá arriba hace todo lo que puede para que su presentación sea un show distinto, dedicado.

Ayer lo de Bruce Springsteen fue así y más. 

Lo de Bruce Springsteen fue uno de los conciertos más enérgicos, emocionales y entregados que hayan pasado por el Movistar Arena y anoche, por fin, pudimos comprobar por qué su carrera se ha extendido por más de cuatro décadas, pudimos comprobar por qué cada vez que se presenta llena estadios de manera absoluta, pudimos comprobar que su energía es la misma que cuando empezó.

Springsteen es un símbolo de Estados Unidos y es venerado allá, en parte, porque reencarna el conocido “American Dream”: la vida debe ser mejor para quien se esfuerza, sin importar su origen social. Nació en una familia ítalo irlandesa de New Jersey donde la plata se veía poco (su madre pidió un préstamo para poder comprarle una mejor guitarra, a los 16). En 1972 firmó un contrato con Columbia gracias a la ayuda de John Hammond, el talentoso productor que fichó a otros como Dylan o Leonard Cohen. A pesar de eso, el éxito demoró tres años en llegar y fue cuando lanzó el album “Born To Run”.

De ahí en adelante comenzó a construirse lo que pudimos ver anoche. Un hombre que a sus casi 64 años dejó todo su ser en el escenario, que al comienzo del concierto hizo lo que muchos guardan para el final: se paseó entre el público, le cantó al oído a una fan (beso incluido) y se tiró de espaldas sobre los que ahí estaban para poder llegar de vuelta al escenario y completar las más de 3 horas de concierto que quedaban, donde hizo un cover de “Manifiesto” de Victor Jara, donde cantó cada canción como si fuera la última y cuando ya toda su banda se había ido y parte del público empezaba a hacer lo mismo, tomó su guitarra, su armónica y solo y empapado sobre el escenario, entregó su última canción: “This Hard Land”.

Hubo errores técnicos en momentos importantes, como el acople en “Born In The USA”, pero no importó. No había que ser fan para darse cuenta que lo de anoche fue histórico, casi religioso y que la estrella fue Él, que permitió que todo el concierto fuera un constante clímax que demostró por qué Bruce Springsteen es- y con razón- The Boss.

J.

***

Antes del concierto de anoche, Bruce Springsteen era para mí un referente de mi adolescencia, su música me evocaba recuerdos de las circunstancias en las que lo escuché. Tenía algunos discos pero nunca había seguido especialmente su carrera. Por eso es que sólo me puedo sentir afortunada de haber presenciado el show de una persona –y una gran banda por cierto– que ama lo que hace y a quien ahora admiro profundamente.

Se paseó tantas veces por el medio de la gente, que el lazo entre artista y público fue sólido e inevitable. Se disculpó por su español antes de cantar Manifiesto y dio las gracias humildemente porque nos supieramos su canciones. Nos miró, nos dio la mano, nos pasó su guitarra para que tocaramos su cuerdas, y algunos –varios– afortunados llegaron al escenario, rememorando la más memorable aparición de Courtney Cox ever. Terminó absolutamente mojado de sudor y del agua que lo refrescaba a través de una esponja. Dándolo todo.

Lo pude ver de cerca y logré mirar sus zapatos negros de suela de goma, el pequeño corte que le hace a la parte de abajo de sus jeans por detrás, y a la pequeñísima pinza que ajusta su camisa en la espalda, completando un look que mantiene desde su juventud. Y qué bien lleva sus años. Su energía es realmente admirable, conmovedora, abismante. No se podía creer cuando remataba canciones con un 1, 2, 3, 4 simplemente para marcar que otra tremenda canción estaba por comenzar. Y así, por más de tres horas, casi sin parar.

La E Street Band es un show en sí misma. Su compenetración con Bruce es absoluta y se nota en cada gesto que se hacen, en la facilidad y el ritmo con que se manejan. Fue especialmente emocionante ver el despliegue y maestría de Jake Clemons, sobrino de Clarence Clemons, histórico saxofonista de la banda, quien tomó su lugar en la banda tras su muerte, por primera vez en este “Wrecking Ball” Tour. El célebre Steven Van Zandt y cada uno de los integrantes colaboraba con la creación de cada momento sublime en su particular forma de vivir el gospel y el rock and roll.

Salí totalmente impresionada, enamorada y motivada de un Movistar Arena que al prender sus luces, prendió también la música de fondo, haciéndo que Te Recuerdo Amanda de Víctor Jara nos acompañara a la salida. El cierre perfecto para una noche inolvidable.

P.L.
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fotos: Paty Leiva

6 Comments

  1. I am a prisioner of Rock and Roll!!!
    Genial cuando hizo que todas los de cancha vip se tuvieron que agachar como él y toda la E street band…jjj

  2. Estoy de muerte y mi mamá también. Las dos soñábamos con verlo, pero si bien uno muchas veces dice que “no pudo” ir a un concierto, esta vez de verdad fue así.
    Espero poder verlo alguna vez en vivo, porque por lo que cuentan, y por lo que escriben, es sin duda una tremenda experiencia.
    Saludos :D

  3. ¡Realmente la cagó! Estuve muy cerca de él, a unos seis metros, y aún no lo puedo creer. Su concierto fue todo el rato como sus video clips: mira el cartelito de la chica linda y la saca a bailar como si nada, la gente toda con las manos arriba, se tira al público, se mete entre la gente… El loco tenía más energía que todos los asistentes al concierto juntos, imparable. El talento, la entrega y la calidad del concierto (sin contar la extra duración), no tiene comparación alguna. Un maestro.

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