El mundo casual de las portadas de libros

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por Cristóbal Carrasco en #Zancada8

Para quien ha crecido rodeado de libros, las portadas suelen no distinguirse del texto que cubren. La inclinación hacia ellas es casi siempre anterior, y para quien persiste en verse rodeado por ellas, las portadas terminan volviéndose un asunto aparte. Algo así piensa Dan Wagstaff, un editor y librero canadiense que desde hace varios años dirige el blog Casual Optimist, donde habla de los libros que lee y las portadas que ve. Desde hace varios años, el escritor peruano Iván Thays lleva el blog Moleskine Literario, pero al mismo tiempo reseñó por varios años sobre portadas en un blog llamado Basta de carátulas, donde comentaba y comparaba. También se hacía cargo de ciertas polémicas, como cuando, el 2005, Carolina López, la viuda de Roberto Bolaño, se enfureció con la portada que Seix Barral había hecho para el libro La literatura nazi en América, con cuatro fotos de Hitler en la portada. Y así, está casi lleno: los diseñadores norteamericanos Charles Brock y Emily Weigel crearon el sitio de apreciación Faceout Books; el espléndido diseñador de la editorial Knopf, Peter Mendelsund, escribe hace años en su blog Jacket Mechanical sobre las portadas que le gustan y que ha hecho. El mundo de las portadas de libros es pequeño, pero está lleno de gente que habla de ellas.

El lado de los diseñadores

El 2005, cuando apareció la nueva portada de La literatura nazi en América, el enojo de la viuda de Bolaño pasaba porque no había relación entre lo “nazi” del libro y la figura de Hitler. Pero la cuestión es un poco más compleja, porque aparte de esa relación, debe haber algo que atraiga a los lectores. Inés Picchetti trabajó en el diseño de la revista Fibra, y actualmente crea las portadas de editoriales argentinas y es además directora de arte de la editorial chilena Hueders. Para ella, lo principal debe ser “buscar un tono, algo sutil, como la frecuencia del texto, como mostrar esa frecuencia en una imagen. Y, por supuesto, que sean atractivas para sus posibles lectores”. La cuestión es, justamente, encontrar esa frecuencia cuando los textos son complejos o responden a tiempos que no permiten esa preocupación. “Lo más difícil –dice Picchetti– es darse el tiempo para leer, pensar y repensar un texto que tenemos que diseñar. Me ha pasado de diseñar portadas con escasa información, y luego de leer el libro sentir que no lo resolví bien o de haberlo leído antes la portada hubiera sido seguramente muy distinta y mejor”.

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El otro lado

En una de las entradas de su blog, Peter Mendelsund dice: “Los escritores reducen cuando escriben, y los lectores reducen cuando leen. El cerebro está construido para reducir. La verosimilitud no es sólo un ídolo falso, sino también una meta inalcanzable”. La meta de los diseñadores, parece decir Mendelsund, consiste en construir ese ídolo falso, en hacer visible esa reducción. Por eso, probablemente, las diferencias entre el texto y la portada son inevitables. Diego Zúñiga publicó con algo de apuro, el 2009, su primera novela, Camanchaca, con la editorial La Calabaza del Diablo. Zúñiga cuenta que “con la primera portada no tuve casi ninguna relación, pues recibí el libro muy encima de la fecha del lanzamiento. Y en el caso de Mondadori, me enviaron la portada para ver qué me parecía y me gustaba. Lo mismo que en el caso de la edición italiana. Ahora, en los tres casos tengo la suerte de decir que me gustan mucho, entonces todo bien. El problema hubiera sido que no me gustaran, que no las sintiera relacionadas con el libro”.

El mismo Zúñiga, desde esta temporada, estará del otro lado. Junto a unos amigos fundó la editorial Montacerdos, que en noviembre publicará Cuando hablábamos con los muertos, de la argentina Mariana Enríquez. Zúñiga dice que para llegar a la portada “teníamos algunas ideas, pero también nos interesó ver qué nos proponían los diseñadores con los que estamos trabajando. Les mostramos algunas portadas que nos gustaban, algunos estilos que nos parecían interesantes y les pasamos el libro de Mariana. Ellos lo leyeron y nos propusieron un diseño, y nos pareció el indicado”.

Andrea Palet es también editora y piensa algo similar. Durante este último tiempo estuvo a cargo de la editorial Los libros que leo (que volverá a librerías bajo el nombre Laurel Editores) y ya se ha forjado una idea de la finalidad de las portadas. “Me interesa que produzcan algún tipo de choque mental, un pequeño choque eléctrico, que no sean literales y que resuenen de distintas formas según sea el contenido y tono del libro”. Por sobre todo, dice, “en este terreno que algo sea bonito o feo, caro o barato, repetido u original, no tiene mucha importancia; una portada tiene que ‘funcionar’, conectar con quien la mira, dejarte pegado, atraer, proponer un misterio que sólo se resuelve al terminar de leer”.

Quizás esa sea, finalmente, la razón por la que el blog Casual Optimist tenga un nombre tan apto: por un instante, casi por accidente y pese a todo, lo que se ve es lo mismo que está adentro.

(Este artículo –y mucho más– fue publicado en la Edición Especial Aniversario Zancada #8: A Color, que puedes ver aquí o en este link).

8 Comments

  1. Me gusta un cómic con buena portada, un libro de tragos, folclore, sobre cine, cuentos de niños, de viajes, de fotografía con buena porta, es parte de su atractivo visual.

    Pero literatura propiamente tal, hojas y hojas sin ningún dibujo ni nada, francamente ni me importa la portada, prefiero que la encuadernación sea buena y resistente, que claramente pueda ver de que se trata el libro y que al apilar verticalmente uno al lado de otro sea fácil identificar cada libro.

    Encuentro tan absurdo la moda de hacer portadas llamativas, descriptivas, cual comercial de jeans, que inviten a comprar, que poco menos brillen y tengan fotos o dibujos que impacten, yo feliz con una portada de un solo color y letras, mas el símbolo pequeño de la editorial. Creo que la mayoría de las portadas en literatura para alguien adulto son tan infantiles, absurdas, recargadas, ridículas, incluso siento que ensucian la obra, y rara vez le dan valor al libro.

    • que fome….a mi, al contrario, me cargan las portadas sin fotos y sólo con el titulo del libro…debe ser igual porque soy diseñadora y porque a lo mejor, soy superficial, ya que (para bien o para mal) yo juzgo a un libro por su portada (aunque obviamente hay veces en que la portada no me gusta, lo leo y el libro es buenisimo)

      • Marce yo valoro mucho el diseño, y ademas tengo amigos que admiro mucho dedicados a esa profesión
        Admirar un buen diseño no tiene nada que ver con ser superficial, al final el diseño es arte aplicado, es mas, no admirar un buen diseño para mi es ser superficial.

        Por mi parte y no juzgo al resto, si el libro es puro texto, pido una portada acorde, plana y texto.
        Si el libro tiene imagenes, dibujos, ilustraciones, si hay fuerte diseño en su interior, pido una portada a su altura. En si, simplemente pido consecuencia, es como si vieras un trailer de una pelicula tranquila de 2 viejitos que toman mate mientras conversan de sus vidas por 2 hrs, pero en el trailer en vez de insinuar eso lo tapan con imagenes de accion, ruidos fuertes y efectos especiales

  2. Tengo debilidad por el diseño y la ilustración, así que para mi la portada sí es importante, me dice mucho del libro además. si quieres llamar la atención en una estantería llena de otros cientos de libros obviamente tienes que preocuparte de ese detalle, que quizás no diga nada, pero si es un buen libro y tiene mala portada lo más probable es que se pierda (si sumas que no tuvo promoción más perdido aún!) y si es malo con buena portada, chuta que suerte tiene del buen diseño! porque tiene algo de ventaja para que por último lo tomen y lo ojeen. Es un producto al final, arte que se vende.

    • si po! igual hay veces en que la portada del libro es una verdadera obra de arte, especialmente cuando tienen alguna ilustración!

  3. Odio cuando reeditan un libro al que se le hizo película, y ponen a los personajes de la película de portada, ej: gran gatsby, las ventajas de ser invisible, etc.

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