diarios de vida

3 escritoras chilenas y sus diarios de vida

Zancada conversó con tres escritoras chilenas: Carla Vargas, Bernardita Bravo y Begoña Ugalde, sobre su relación con los diarios de vida. ¿Qué escriben ahí?

diarios de vidaPor Belén Leyton
Conocidos son los diarios de escritores. Virginia Woolf, Franz Kafka, Alejandra Pizarnik, Susan Sontag son sólo algunos de los que dejaron sus pensamientos muchas veces sin orden algunoretratados en papel. Lo que escriben ahí no está pensado para publicarse. Ser un objeto público es un efecto secundario de la fama.

Zancada conversó con tres escritoras chilenas: Carla Vargas, Bernardita Bravo y Begoña Ugalde, sobre su relación con los diarios de vida. ¿Qué escriben en ellos?

El diario de vida de Carla Vargas

Carla Vargas, escritora de Vacío Temporal, comenzó su diario en agendas Pascualina, Julieta y Matilde. Sus papás las usaban para enseñarle caligrafía: “Me hacían decir qué hice en el día. Breve. Ellos lo escribían y yo repetía la frase en toda la página”.

Nunca ha sido muy constante, pero le gusta escribir para no olvidar. A veces lo relee. Reconoce que es material que le puede servir para algún libro en el futuro. Ya usó un par de situaciones en su primera publicación: Mateo y las fiestas.

10 de noviembre
Solo vengo para poner una reflexión que no tenía ganas de anotar en las notas del celular. Tantas plataformas me saturan. El computador, el celular, el físico. Siento que pierdo todo. Siento la necesidad de tener todo ordenado en una sola cosa. No sé cómo. Quisiera guardar todas las citas de libros que leo que me gustan. ¿En mis historias de Instagram? No sé.

Selfie de la escritora Carla Vargas

—¿Hay algo que no quieres que sea público?

“Creo que las cosas muy íntimas de mi familia. O cosas que pienso de algunas personas o sentimientos secretos. Amores no correspondidos por los que se me pasa la vida”.

Tiene una MacBook Air. En el archivo “Vida de Carla Vargas” escribe lo que piensa y lo que siente. A veces, cuando se dedica más, le pone fotos o pantallazos.

3 de junio
Soñé que, por alguna razón, me comprometía a mudarme a vivir con Bárbara en un departamento. Yo le decía que estaba bien. Era el antiguo departamento de Valentina. Era raro. No quería vivir ahí realmente. Y pensaba “mierda, ¿por qué me voy a cambiar de departamento si yo amo mi departamento?”.

Bernardita Bravo y su querido diario de vida

Bernardita Bravo comenzó su diario cuando tenía entre ocho y nueve años. “Los primeros eran descriptivos. No tanto sobre lo que sentía sino lo que hacía durante el día, lo que veía, junto con pegar papeles de lo que comía o cosas que me gustaban. Una especie de registro objetivo”, cuenta.

Para esta nota, sus hijos se enteraron de la existencia del diario: “No pueden creer lo que ven. Están atacando mis diarios”, cuenta entre risas. Estaban guardados en una caja en un closet-bodega.

Diario de infancia de Bernardita Bravo con muchos colores y letras bonitas

Con letras preciosas, diferentes colores, dibujos, stickers y demás, llenó sus cuadernos de infancia y a medida que crecía fue añadiendo reflexiones y sus letras se volvieron indescifrables. La adolescencia y el descubrimiento: personas, amores, citas de textos. Los guarda por su carga emotiva. También los relee y disfruta con las palabras de lo que fue y, en alguna medida, sigue siendo.

Me encanta cuando antes de empezar todos los músicos afinan sus instrumentos. Se produce un sonido que algo me produce, como el entrar a otra cosa que va a aparecer un poco más allá en el tiempo. Afinar: un momento entre el oído y el violín.

No recuerda cuándo dejó de tener un cuaderno exclusivo como diario de vida. Sigue teniendo muchas libretas, pero no escribe todos los días. No logro ser persistente. Sus pensamientos e ideas están diseminadas en muchas hojas.

—¿Hay algo que no quieres que sea público?

“¡Todo! Qué pudor. Los considero íntimos. Aunque a lo mejor daría lo mismo, pero para mí tienen ese sello de ‘bajo llave’”.

Begoña Ugalde escribe la pandemia

Begoña Ugalde, escritora de Lunares y Poemas sobre mi normalidad, lleva cuatro años en Barcelona. Allá vivió el estallido social y ahora sigue atrapada en la pandemia por Covid-19. Escribió harto sobre eso.

Su escritura en el diario de vida es ilegible.

—¿Hay algo que no quieres que sea público?

“Me da nervios que se lea. Son huevás muy íntimas”.

Pero sí nos regala el inicio de un poema escrito en su Diario de confinamiento:

Anoche hablé con mis amigas del colegio por zoom.
Tenemos seis horas de diferencia.
Ellas terminaban de almorzar.
Yo intentaba no dormirme
con una bebida de guaraná en la mano.
Josefina que tuvo que interrumpir
su viaje en la casa rodante que estuvo acondicionando
todo un año
hablaba de dejar la ciudad,
con un bosque a sus espaldas.
Isidora bordaba y confesó que ahora sentía
que el teatro no servía para nada.
Paula estaba exhausta de estar quince días seguidos
sola con sus hijos.
Se quejaba de que todo el día le pedían comida.
Y le robaban las colaciones.
Y no tenía plata pa comprar más.