terremoto en México

La experiencia en primera persona de una voluntaria en el terremoto en México

El terremoto que irónicamente afectó a México en la misma fecha en que lo hizo el terremoto del 19 de septiembre de 1985, tiene a una zona de la ciudad de México y otra del estado de Morelos, sumamente afectadas, gente desaparecida, muertes confirmadas y una tremenda cantidad de viviendas derrumbadas.

terremoto en México
por @patyleiva
Alicia es una de las miles de mexicanas que, el mismo día del terremoto en México, salió a brindar ayuda como voluntaria para apoyar de la manera que fuera a sus compatriotas en desgracia. El terremoto que irónicamente afectó a México en la misma fecha en que lo hizo el terremoto del 19 de septiembre de 1985, tiene a zonas de la ciudad de México, Morelos, Puebla, estado de México, Guerrero y Oaxaca sumamente afectadas, gente desaparecida, muertes confirmadas (hasta ahora 292) y una tremenda cantidad de viviendas derrumbadas. Estamos muy pendientes de las noticias y de las formas en que podemos ayudar a la distancia a este país que tanto queremos y admiramos por su solidaridad a toda prueba.

Conversamos con Alicia a la vuelta de una larga jornada en la colonia Condesa, donde vio edificios caídos y a medio caer, y fue testigo del dolor y la desolación de la gente que de un momento a otro perdió todo, al mismo tiempo de la solidaridad de un país que no hace diferencias a la hora de ayudar.

¿De qué manera has aportado como voluntaria?
Bueno, como voluntaria, pues la verdad es que es un poco instintiva la ayuda. A mí me pasa que como yo sí viví cuando era adolescente el terremoto del 1985, pues de alguna manera sabe uno y tiene una idea de la magnitud y de lo que este tipo de cosas puede ocasionar. Lo primero fue poder localizar a tu gente querida, en mi caso, a mi hija. En cuestión de segundos nos organizamos con amigos y nos fuimos a la zona donde sabíamos que había problemas.

Estando ahí, ayudamos removiendo los escombros más próximos; tratando de calmar a la gente que estaba ahí y a la gente que pudo salir y que se le quedó su familia dentro de los edificios. Tratamos de tranquilizarlos, de ayudar a buscar, y obviamente a reportar a los servicios de rescate. La verdad es que los de mi generación sabíamos un poco el camino de qué hacer y cómo reaccionar ante un terremoto de este tamaño, y la verdad es que para ese mismo día en la noche ya había varios centros de acopio instalados con gente bastante organizada ayudando en los lugares donde había derrumbes o construcciones que quedaron en muy mal estado, en los que había que ayudar a desalojar a las personas.

No sé de dónde sale, te insisto, debe ser algo instintivo. Por lo menos lo que yo vi, había mucha gente de todas las edades, de todos los niveles socioeconómicos. Nadie lo dudó un segundo y en cuestión de dos horas ya estábamos organizados, empezando a trabajar entre todos, tratando de ayudar. Obviamente conforme pasaban las horas y los días –ya estamos a 5 días de esto–, pues nos hemos ido organizando poco más, tratando de ofrecer una ayuda inteligente, porque también mucho ayuda el que no estorba. Ya hay lugares que gracias a Dios ya hay demasiada ayuda y ahí podríamos llegar a entorpecer las labores de rescate. Es cuestión de empezar a ver dónde se necesita ayuda de manera más estratégica, donde no estorbe uno y donde uno sí pueda sumar. Rápidamente en twitter se organizaron cuentas. Hay una aplicación que se llama Zello que funciona como si fuera radio frecuencia (como la que ocupa la policía) donde se organizaron rápido unos canales de búsqueda, centros de acopio, centros de ayuda.

La verdad es que la gran diferencia con hace 32 años es la gran cantidad de tecnología que tenemos a la mano que podemos utilizar. En muy poco tiempo nos podemos enterar de qué ha pasado y en dónde se necesita ayuda y en dónde no (dónde había centros de acopio, dónde se estaba recibiendo gente que había tenido que desalojar, etc).

En mi caso, como te decía al principio, lo que hice fue lanzarme al lugar adonde sabíamos que había daños, para ayudar a remover escombros hasta la madrugada de ese día, más sabiendo que había gente adentro que estaba viva y que había que sacar. Obviamente llegaron los expertos a sacarlos, nosotros ayudamos a hacer cadenas humanas para remover escombros con las manos, porque es peligroso meter máquinas todavía cuando hay personas atrapadas y pueden ocasionar una tragedia mayor.

Después, estuvimos ayudando en los centros de acopio armando despensas. Mi hija que tiene 18 años y sus amigos se fueron a los hospitales, a los albergues con los niños de familias desplazadas, fueron a contarles cuentos, a cantar con ellos, a tranquilizarlos, a ayudar a los chavitos a pasar la experiencia de mejor manera. Los jóvenes de 18, 19 y hasta 30, 35 años, los famosos millenials que todos criticamos, han sacado la cara y, por lo menos aquí, han estado al pie del cañón, ayudando hombro con hombro, chavos que no les tocó vivir un terremoto así, pero que saben por sus papás y su familia cercana de la experiencia del 85. Han salido a la calle a ayudar sin importar nada.

¿Nos puedes contar algún hecho que te haya impresionado mientras estabas ayudando?
Varios, sobre todo estando como voluntaria en el campo Marte, uno de los centros de acopio, recibiendo lo que la gente trae, en un momento me tocó recibir a personas en la puerta (porque vas cambiando de turnos), y me tocó recibir personas verdaderamente humildes que venían a donar un suéter, 10, 15 pesos, una cobijita, gente que de verdad no tiene nada, lo mismo gente de la tercera edad. Hubo un señor que nos dijo “yo no tengo nada que donar pero vengo a regalar abrazos”. Ese señor, que se llamaba Rubén, me conmovió mucho, era un señor bastante mayor que dijo bueno, yo no tengo fuerza para ir a sacar escombros y no tengo dinero, pero vengo a dar mi apoyo a los rescatistas, a los voluntarios, tenía su letrero colgado. Ahí te das cuenta que todos quieren apoyar de la forma que puedan según la realidad y las capacidades de cada persona. Te das cuenta de que cada ayuda sirve y que no vale más la ayuda de una persona que la de otra, y que toda ayuda sirve y que toda ayuda suma.

Y un caso que me choqueó bastante fue que al día siguiente del terremoto, fuimos con mi hija y algunos de sus amigos a unos edificios que por lo menos por fuera no se veían tan dañados aunque estaban en la zona donde estaba todo derrumbado, en la Condesa. No se veía tan mal el edificio, sólo vidrios rotos y ese tipo de cosas, y al entrar nos dimos cuenta de que a partir del 3er piso, estaba totalmente destruido, las escaleras todas chuecas, pero había gente gritando por el cubo de las escaleras, casi pura gente de la tercera edad, que la mayoría viven solos, gente de 75, 80, 90 años, muchas de ellas enfermas. Una señora en particular no quería desalojar porque decía que su aparato de diálisis estaba en el octavo piso. Ella había alcanzado a bajar pero no se quería ir. Yo con trabajos me pude sostener de las escaleras, porque si te quedas quieta parecía que seguía temblando con el movimiento de la gente y de lo inestable que quedó. Al final logramos con la gente de protección civil convencerla de bajar junto con ella, pero no había manera de arriesgar a nadie a subir al octavo piso, porque en caso de cualquier réplica de temblor, ese edificio se va a venir abajo. Son las cosas que más me impresionaron de manera personal, porque yo los vi. He visto muchas historias en la televisión pero de primera mano, son esas.

Y de las cosas que más me han impresionado y conmovido sin yo haber estado ahí, es todo este tema de los perritos de rescate. Me tocó verlos de lejos en el edificio en el que estuvimos quitando escombros, pero ellos estaban subidos arriba de los escombros. No los vi de cerca, los vi de lejos, y la verdad es que se pone uno a pensar en tanta gente que maltrata a los animales, los deja en la calle o son indiferentes al dolor de un perro abandonado y ahora son ellos los que nos están salvando a nosotros. Ese punto a mí me mueve mucho porque soy amante de los animales, en especial de los perros, y la verdad es que es increíble, ya han salvado a más de 50 vidas. Hay una perrita muy famosa que se llama Frida, que es una labradora divina, pero son 20, 30 perros de la marina mexicana.

Ahora han llegado brigadistas de Chile, de Israel, de Japón, de Canadá que muchos de ellos traen perritos también, para suplir a los que tenemos acá, que la verdad son perritos que estuvieron más de 24 horas buscando y buscando gente, lo que pasa es que cada minuto cuenta, y cada minuto que dejas pasar es una vida que se puede perder o una vida que se puede rescatar.

¿Cómo te mantienes informada?
Como salí, me he estado informando de primera mano, nos venimos a la casa a dormir un par de horas, nos bañamos, regresamos y seguimos. Me da tiempo de revisar redes sociales ya en la noche. Twitter ha sido un buen medio, sobre todo para pedir ayuda, informarme de donde realmente se necesita ayuda, al igual que Zello.

¿Cuál es la mejor manera de ayudar desde afuera de México?
La más segura es buscar donativos a través de Unicef, de Oxfam, también a través de Amazon México y la Cruz Roja Mexicana. También el apoyo a un grupo que se llama los Topos, un grupo que nació después del terremoto de 1985 que se han dedicado al rescate cada vez que hay un terremoto o un derrumbe en cualquier parte del mundo. Ellos se han especializado en ese tipo de rescates y son de lo mejor que hay en el mundo para esto. Ellos reciben donaciones a través de PayPal con el correo [email protected]. Creo que esas son las formas más seguras de donar desde el extranjero. Otra opción es Amnistía Internacional.

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