por Daniela Paz (@dnlpz)
En el comienzo de mis 20, creía muy bacán tener el poder de dormir poco. Me quedaba pasada las dos de la mañana viendo series, trabajando en mis pendientes o hablando con mis amigos.
Obviamente la mañana posterior me costaba despertar, andaba cansada todo el día, pero en la noche me venía un insomnio que me obligaba a nuevamente quedarme hasta tarde despierta, en una rutina que me costó modificar.
Según algunos estudios las personas entre 18 y 25 años deberían dormir entre 7-9 horas al día, y no menos de 6 ni más de 10-11; mientras que los de 26 hasta 64 tendrían que dormir entre 7 y 9 horas.
Hoy, gracias a que comencé a hacer deporte y que mi vida laboral es más intensa, puedo dormir las horas que quiera. Lo que tiene de positivo es que me encanta dormir más horas, cerca de las 22:00 estoy ya lista y despierto con más energía y feliz. Lo malo obviamente es que en la semana no valgo un peso en la noche, ya no puedo salir como antes sin empezar a bostezar temprano. Las películas las tengo que ver en tandas, porque no aguanto.
Pero si tengo que elegir, prefiero dormir. El descanso y relajo de las ocho horas de sueño es irremplazable.