Tele: Continente melodramático, más de medio siglo de telenovelas

Tele: Continente melodramático, más de medio siglo de telenovelas 1
por Sole Camponovo & Ana Paula

Este género se ha convertido en el producto más rentable de la industria televisiva latinoamericana y el que ha logrado por lejos la mayor popularidad en la pantalla chica. ¿Qué hay detrás de estos programas tan propios de la región, que a pesar de los años, no han agotado su fórmula?

La telenovela es en toda América Latina uno de los productos mediáticos masivos más distintivos, reconocidos y enraizados de la industria televisiva y la cultura popular: tiene más de medio siglo de existencia y se han realizado cerca de 4 mil producciones. Pero más allá de los hermanos separados al nacer, los galanes enamorados, el joven rico que se enamora de la niña pobre, ¿qué se esconde detrás de estos clichés?

(Este artículo –y mucho más– está en la Edición Especial Aniversario Zancada #7: Popular, que puedes ver aquí o descargar en los siguientes links: en PDF o en .zip).

El éxito de este género no tiene que ver tan solo con las estrategias de mercado de los grandes canales de televisión, como Televisa o Globo. Una de las características esenciales de los culebrones es su necesidad de generar en los televidentes un proceso de identificación por medio de la representación de sus vidas cotidianas. Las personas reconocen en las tramas un parecido con sus problemáticas: la infidelidad de las parejas, la distancia generacional entre padres e hijos o el cambio del rol de la mujer en la sociedad. Este proceso es reforzado por el hecho de que la historia se desarrolla en una especie de tiempo real, así como transcurre la vida.

Esta particularidad ha llevado a que en algunos casos los límites con la realidad se confundan. Por ejemplo, en 1992, Daniella Perez, una de las protagonistas de De Corpo e Alma, que en aquel entonces se transmitía en el horario de las 20 horas en Brasil, fue asesinada en Río de Janeiro por el actor que interpretaba a su pareja en la ficción y la mujer de éste en la vida real. La gente se preguntaba si la actriz estaba realmente muerta o era su personaje quien había fallecido.

A partir de la década de los 50, la producción de telenovelas se difundió rápidamente por toda Latinoamérica. Luego, el género se expandió por el mundo, convirtiéndose en un producto cultural consumido por millones de personas en los más diversos lugares del planeta. Actualmente, las telenovelas se transmiten en cerca de 200 países. “Se esperaba cierta aceptación del público, pero ni el más optimista y ambicioso vislumbró las dimensiones del fenómeno que estaba naciendo”, ha dicho Fernanda Villelli, la guionista de Senda Prohibida, la primera telenovela mexicana.

El escenario de la industria ha cambiado desde sus inicios: dejaron de emitirse en vivo y en directo con la llegada del videotape en los 60; ampliaron su diversidad temática; empezaron a transmitirse en color en la década de 1970; y el modelo de la industria varió con la internacionalización del producto. Todas estas transformaciones vinieron de la mano con el crecimiento exponencial de los aparatos de televisión. A pesar de estos cambios, su esencia melodramática continúa estando presente: los malos pagan sus culpas y los buenos obtienen recompensas.

La primera telenovela fue El derecho de nacer y se realizó en 1952 en Cuba. Durante esa misma década también empezaría la producción en Brasil, México y Venezuela, actualmente los países con las principales industrias del género. En Chile, la primera telenovela la realizaría 15 años después Canal 13. En esta producción, llamada Los días jóvenes, ya actuaba Héctor Noguera.

Las telenovelas emanan de diversas expresiones y tradiciones, pero el origen más antiguo de ellas es a fines del siglo XIX en las fábricas de puro cubanas. En ese entonces, miles de personas pasaban varias horas al día enrolando las hojas de tabaco. Como era un trabajo aburrido, para mantener la moral y los niveles de producción, se contrataron lectores para que leyeran novelas por capítulos a los empleados. A partir de la década de 1920, con la aparición de la radio, los lectores fueron cambiados por las radionovelas, las que rápidamente se esparcirían por toda América Latina y de cuyas historias nacerían muchas de las primeras telenovelas en la región, así como también compartirían sus actores, guionistas y directores.

Las telenovelas en América Latina van adquiriendo con el tiempo particularidades según su país de producción, transformándose en los principales modelos las telenovelas de factura mexicana y brasilera. El modelo mexicano se acerca más al melodrama clásico, por lo tanto se basa en la representación de arquetipos primordiales, mientras que en el brasilero la rigidez de los esquemas melodramáticos son influidos prontamente por imaginarios de clase, género, territorio o generación.

Este último tipo de telenovela —extendida desde Brasil a toda Latinoamérica a partir de los años 70— tiene una capacidad referencial, es decir, una capacidad de conectarse con las costumbres. Si bien se focaliza siempre en relaciones familiares o de pareja, éstas aparecen relacionadas con conflictos y cambios sociales del momento, como ocurrió con la inclusión del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra en El Rey del Ganado (1996), la injerencia de la desaparición de Madeleine McCann en Dónde está Elisa? (TVN 2009) o el mediático caso policial de María del Pilar Pérez en Maldita (Mega 2012).

Las telenovelas en el resto de América Latina se han acercado o alejado del modelo mexicano y brasilero, produciendo además sus propias particularidades. Por ejemplo, las telenovelas en Venezuela y Colombia están en medio de estos dos extremos, asumiendo ciertas características y estableciendo sus propias diferencias. La telenovela colombiana, como la brasilera, conduce primordialmente a un encuentro del género con el país, pero su eje, más que en el realismo, está en la veta irónica, en la comedia. Esta singularidad se inició con la telenovela Pero sigo siendo el rey (1984) y ha continuado con éxitos mundiales como Yo soy Betty, la fea (1999) o Pedro el escamoso (2001). En cambio, las telenovelas venezolanas son más parecidas a las mexicanas en su tendencia a privilegiar emociones primarias, pero al mismo tiempo favorecen diálogos y sets más sencillos por sobre la recargada puesta en escena mexicana.

Las cerca de 160 telenovelas que se han realizado en Chile han estado mayormente determinadas por el influjo de la industria brasileña, lo que se reflejó en la contratación de profesionales de esta nacionalidad para trabajar en algunas producciones, pero sobre todo en la adaptación de docenas de guiones de este origen, como Ángel malo (Canal 13 1986), Bellas y audaces (TVN 1988), Fácil de amar (Canal 13 1992), Marrón Glacé (Canal 13 1993) o Sucupira (TVN 1996).

Para Jesús Martín-Barbero, uno de los pricipales especialistas del género, la magnitud del éxito del melodrama en América Latina tiene que ver con la permanente búsqueda de identidad que define a la región, reflejada en las telenovelas en la paternidad no reconocida, del hijo por el padre o de la madre por el hijo, que mueve a la mayoría de las tramas. Quizás ahí está la razón de su alcance.

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La telenovela brasilera La esclava Isaura (1976, 2004) y la chilena Soltera otra vez (2012), además del tremendo éxito que han tenido en Chile, cada cual en su época, tienen otra cosa en común. Un nombre y un apellido: Herval Rossano. Herval Rossano, el padre, fue el director general de La esclava Isaura, lanzándola al éxito mundial. Herval Abreu Rossano, el hijo, fue el responsable de Soltera otra vez.

Conversamos con Herval Abreu Rossano sobre los desafíos de la telenovela en Chile, su relación con Brasil y el futuro de este género que, pese a los cambios sociales y culturales, sigue siendo indudablemente uno de los más populares en Latinoamérica.

Si hablamos de lo popular, tenemos que hablar de la telenovela latinoamericana. ¿Qué hace que este género sea tan popular?
En realidad, las teleseries están defendiendo su popularidad, para no ser destronadas por los realities. El reality entró como una telenovela aparte, una telenovela realista, con historias y personajes elegidos al dedillo para que, de alguna manera, creen conflictos. Esta tendencia ha hecho que la telenovela, al menos en Chile, haya buscado un modo de mutación, porque estaba muy orientada hacia la telenovela tradicional, escrita como melodrama, que es un poco como se escribe la telenovela en Brasil. Tengo la impresión de que aquí en Chile han tratado de buscar nuevas fórmulas para hacer que la teleserie se mantenga como líder entre el público, como un programa de gran popularidad.

Considerando estos cambios y desafíos, ¿crees que en Chile se está afirmando un estilo propio de telenovela?
Yo creo que durante muchos años nosotros perseguimos parecernos a los brasileros en la construcción de las telenovelas, más que a los mexicanos o a lo venezolanos. Cuando entraron a Chile, las novelas brasileras presentaban mundos con muchos más exteriores, que retrataban la vida más realista del pueblo, y eso provocó que nosotros hiciéramos esta búsqueda. Desde La Madrastra (1981), donde se mostraba el pueblito (Pomaire), la iglesia, con el sacerdote, se buscaba ese formato de focalizar una parte de Chile en la teleserie. Y así se fue construyendo, tanto que llegó un momento en que empezamos a comprar telenovelas brasileñas, compramos un paquete de teleseries, unas muy buenas pero otras muy malas (ríe).

¿Entonces crees que esta es la razón del éxito de las teleseries brasileras en Chile, esta apertura al mundo exterior?
Yo creo que sí, y también por otras dos cosas. Primero, la telenovela brasilera muestra temas y contingencias sociales que, de alguna forma, nos tocan a nosotros también, y en un marco de paisaje que todos envidiamos un poco: los cariocas, la playa a la mano, una vida casi ideal. Por otro lado, los textos de las teleseries son increíbles. La novela en Brasil no es vista como un género menor, hay grandes autores escribiendo cosas muy interesantes.
En Chile, lo que hemos hecho durante muchos años fue tratar de parecernos a los brasileros. Recién ahora, con la entrada de los realities, empezamos a buscar una nueva fórmula. De ahí sale Soltera otra vez, que no tiene el melodrama (clásico), ningún personaje escucha detrás de la puerta.

¿Cómo crees que es la relación de la telenovela e internet? ¿En qué cambia la manera de hacerlas?
En el futuro no lo sé. Por ahora, nosotros estamos usando internet como una herramienta hermana de la telenovela. Soltera otra vez tuvo el Blog de Cristina que se publicaba en Zancada, donde Cristina toda la semana ponía una especie de pensamiento, muy ligado a lo que estaba pasando el la telenovela, y abría ventanas sobre lo que iba a pasar. También estaba su perfil en Facebook y en Twitter, que la conectaba como si fuera un personaje de verdad, de hecho una gran cantidad de público le hablaba como si fuera un personaje de la vida real.
Entonces era una interacción constante con el público, que nos permitió ver qué es lo que estaba pasando con el público en el momento exacto, si le gustaba, si no le gustaba. Existe como un juego entretenido.
Yo creo que en el futuro puede pasar de todo, dependiendo de cuán amable sea internet en calidad y velocidad. A mí, lo que me gusta es la ramificación que se produce a través de la red. Me seduce mucho la idea de que haya cosas que podamos ver en internet que no se vean en televisión. Que haya ciertas escenas o ciertos momentos de la teleserie que el público sabe que van a suceder, pero que ocurren sólo en internet; me gusta este tipo de juego.

¿Cuál es tu telenovela brasilera preferida?
De mi papá me gusta mucho La Esclava Isaura. Y otra que no es de mi padre: Terra Nostra (1999). Me gusta esta última novela por la gran envidia que me produce el hecho de ver que se puede hacer televisión con tantos recursos. Es una linda historia, que cree en el amor. Hoy en día las telenovelas tienen cierto pudor de convivir con las grandes historias de amor, el público tiene una cierta tendencia a esconderse, entonces una telenovela de época te permite convivir con el amor, con grandes frases, con textos que son poesías.

¿Crees que el melodrama seguirá siendo una marca determinante de la novela latinoamericana? ¿Qué es lo que está cambiando?
Yo creo que hay una tendencia que nace, por ejemplo, en las series que hacen los mexicanos y que las están separando del melodrama clásico. Los colombianos también empezaron a probar otras fórmulas. En Chile, hace rato que estamos con hambre de encontrar un producto que sea imperdible y que sea un punto de reunión, que la gente vuelva corriendo a la casa. Esto pasa en un momento en que hay muchas más ofertas con la entrada masiva del cable. Entonces, aumenta tanto la oferta, que las posibilidades que tienes no son las mismas de antes. Nunca más vamos a tener los ratings históricos que tuvieron Amores de Mercado (2001) o Machos (2003). Por ejemplo, Soltera otra vez marcó un peak de 45 puntos en el último capítulo cuando, años atrás, ese era el rating constante de una teleserie exitosa.
Por otro lado, los mexicanos generalmente tienen normas para hacer la telenovela. Por ejemplo, la protagonista tiene que ser joven, ojalá virgen, que se enamora de un hombre un poco mayor. Ellos tienen criados que se ponen en fila para recibir al dueño de casa cuando llega, y eso es un mundo que en México tampoco existe. Pero en la convención de la telenovela, el público lo ve y disfruta de esta irrealidad.
En Chile, si hacemos esta cosa irreal, estamos perdidos. En cambio, si mostramos a la gente que anda en micro, que tiene problemas para pagar las cuentas, que tiene una bicicleta que usa de vez en cuando, que tiene un auto que se echa a perder, que no está a la última moda, que repite la ropa, que tiene una sola chaqueta y no 30, y que tiene problemas más cercanos a la vida real, ahí se da el éxito. Lo que el público nos pide es la representación, es verse.

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Foto Herval Abreu: Claudio Guerra

10 Comments

  1. Qué interesante eso que las telenovelas nacieran con los lectores que contrataban en las fábricas de puros en Cuba! Muy bueno el artículo. Felicitaciones por el especial

  2. que interesante! me gusta que se creen estos articulos tan contundentes en el sitio. lo lei con todo interés. me encantó.

    pd. felicitaciones a las autoras, se nota que lo hicieron con dedicación y que al menos una de ellas es una estudiosa del tema :)

  3. Nada que ver con el tema, pero que terrible esa escena de Cristina cuando a la flexible se le ocurre aparecerse ahí en su trabajo, puede creer que está en todo su derecho de ver a su mino, pero pobre Cristina y su corazón :( la entiendo porque lo pasé.

  4. Les faltó mencionar a Arturo Moya Grau quien llevó a la televisión muchos de sus radioteatros aquí y en México. Sin él, al menos para Chile, el texto está incompleto.

  5. Muy buen post. Se nota la rigurosidad en la investigación, y la dedicación en su redacción =)

    jumbitos para las chiquillas!

  6. me encanta este tema como tema de análisis, en la U alguna vez tuve que analizar una telenovela y lo pase chancho haciendo ese trabajo, lo volvería hacer sin nota ni sueldo de pro medio, feliz de la vida. Encuentro que nada habla mejor de la clase media latinoamericana y una telenovela bien hechos!

  7. no pueden poner en la foto referencial a una tremenda “la esclava isaura” con una al cuete como “soltera otra vez”, ubíquense.

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