Viaje al pasado con The O.C.

por Joce Acuña (@joce_a)

Por allá en los primeros años del 2000, había mucha gente que seguía obsesionada con “Gilmore Girls” -algo que nunca me pasó, ya que nunca me llamó la atención y no me da miedo admitirlo-, pero también habían otras series que empezaban a aparecer como “One Tree Hill” o “The O.C.”.

Esa serie era la cosa más delirante de la vida -para mí-, porque pensemos que fue la previa a lo que en un año más sería “Laguna Beach” y el boom de mostrar la vida de los niñitos ricos de la costa de California, que por cierto también tuvo su fanaticada con “Clueless” y “Beverly Hills 20120”: gente joven adinerada con problemas de adolescentes típicos en autos caros que vende.

Pero The O.C. tenía algo especial: dentro de todo lo ostentoso que podía ser la vida de los millonarios, la rebeldía de Marissa Cooper que a pesar de todo en la vida no soportaba a su mamá, en especial cuando se fue a vivir a una mansión con su nuevo padrastro, y la simpatía y poco tino con el mundo real de Summer Roberts, además del aparecido de Ryan Atwood a quien sacan de la terrible vida en una pobla de California para que no cometa los mismos errores de su hermano, está SETH COHEN.

Y acá me puedo quedar una vida entera hablando del PRIMER HIPSTER DE LA DÉCADA DEL 2000 en salir en pantalla, con su pieza llena de posters de Death Cab For Cutie, su afán por bandas indie-rock como The Killers, Modest Mouse y Rooney… Sin duda maravilloso, sin dejar de lado la tremenda selección musical para cada capítulo a cargo de Alexandra Patsavas y Josh Schwartz.

Vale totalmente la pena volver a ver esta serie, que la verdad, con tal de ver de la segunda temporada en adelante estamos ok. Nunca está de más volver a sentirse adolescente (?). Gracias, Netflix, por rescatar esta serie.